Cada día me levanto con tantas oportunidades como cintas de las que tirar para desenvolver un regalo.
Cada mañana
me acuesto con tanto arrepentimiento.
Y es que aún
habiendo aflojado algunos de esos nudos, me quedan tantos otros atrás cada
noche enredándose en mis pies quietos. Apretándome hasta que los pinta mi
sangre, implorándome que les haga caso hasta que ya no quiero verlos.
Entonces
pienso en el tiempo, y me doy cuenta de que la base de mi angustia es solo una
ilusión, un grandísimo miedo del que no escapo. La belleza, el amor o la
justicia dan a cada hora algo de sentido, pero éstas siguen estando tan
incompletas. Me chirría tanto el espacio entre segundo y segundo.
El grifo del
universo está abierto a pleno chorro, pero yo solo alcanzo a juntar dos o tres
gotas en mi vaso que apenas me mojan los labios, mientras que la sed de mi
espíritu es tan grande, y este cuerpo se seca; y este calor lo acelera, y este
sol me deja ciega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario