(14/09/2015)
Nada, nadando en el oceáno; queda en tierra todo lo que alguna vez fue mío, y ahora cuanto puedo decir que me pertenece es en realidad compartido. Nuestro solo es el mar, en manos de todes les que confluímos. Continuamente lo escucho susurrar, con el viento conversar en cantarines remolinos. ¿De qué hablarán ellos que han visto el rostro de todes les que vivimos? Como niñe asustade de los gritos, yo me tapo los oídos, pues no quiero entender nunca lo que los dioses digan del destino.
Nada, nadando en el oceáno; queda en tierra todo lo que alguna vez fue mío, y ahora cuanto puedo decir que me pertenece es en realidad compartido. Nuestro solo es el mar, en manos de todes les que confluímos. Continuamente lo escucho susurrar, con el viento conversar en cantarines remolinos. ¿De qué hablarán ellos que han visto el rostro de todes les que vivimos? Como niñe asustade de los gritos, yo me tapo los oídos, pues no quiero entender nunca lo que los dioses digan del destino.
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