lunes, 19 de febrero de 2018

Fantasma II

Fantaseo a veces con colarme en la casa vecina. Esperar convencide de actuar y emocionade a que quien la habita se vaya durante una noche muy larga. Se me conceda así un holgadísimo tiempo, para poder saborear cada segundo, para tomármelo con calma; deslizarme sintiendo el agudo cemento del muro en mi espalda, abrir sin que suene el más ínfimo chasquido la puerta del patio de atrás, que nunca está cerrada. No encender la luz, descubrir a tientas todas las cosas que la ley prohíbe a mi mirada. Y tan solamente, en tanta soledad observarlas; largamente, como se recorre descalce la playa, quietamente aunque mi sangre con la visión de lo ignoto se vea acelerada. Nunca tocarlas. No arrebatar ni una mota de polvo de donde esté asentada. Mas dejar a mis ojos beber de lo nunca conocible como si fuera en los días de la canícula el agua. Que cada puerta consienta mi mano, y me entregue en ella lo que guarda. Que acceda con suavidad cada baldosa a soportar mi paso de intruse y fantasma. Y tras devorarlo todo con la incorpórea pero golosísima boca de un alma, retornar a mi cama.

Oh, enigma, ¡yo suspiro por cada cortina echada! Por cada puerta cerrada, por cada insignificancia que de la luz se tapa. Por todo lo que se esconde, con o sin importancia, por cada hueco del puzle por el que silba el viento pidiendo su pieza colocada. Por la llanura que no oculta nada. Por el fondo de mi mismo armario, donde dormita corrupta una nostalgia. Por la negrura de la cueva, donde no se discierne nada; tal la negrura de mi pupila reflejada. Oh sombra, oh maravilla velada; solo quiero conocer, solo sentir usted sobre sí mi mirada... y calmarla...

No hay comentarios: