domingo, 7 de diciembre de 2014

Hundimiento

El agua goteando sobre el agua marca el ritmo de las horas haciendo plank, plank. Ya no necesito relojes, el tiempo no importa ya. La lluvia descarga con más y más fuerza sobre el mar. Me parece que tras la cascada veo las estrellas caer y naufragar, y yo me lanzo a por ellas aunque no sé bucear. Lo último que querría es ver mi cielo oscuro. Pero por rápido que me hunda, ellas se hunden más. Inalcanzables eran en la bóveda celeste e inalcanzables son ahora en las profundidades del mar. Para cuando me doy cuenta de esto, la superficie está demasiado atrás. Ya no puedo respirar, pero aún me queda un consuelo, y es que cuando llegue al suelo del océano, si tengo suerte, quizás se me conceda un primer y último deseo y encuentre mis estrellas caídas para entre ellas descansar. Descansar en un insomnio eterno, cegada para siempre por su claridad. Y cuando mi fuego se extinga y se quede mi espíritu mojado, me den su calor los astros derrotados en el frío abismo, hasta que a mi rostro lo olviden del todo y yo ya no exista más.

Mas cuando mis pies tocan el arenoso fondo, a mi alrededor solo hay oscuridad. Las estrellas siguen en el cielo; nunca cayó ninguna. Habré de descansar sin paz.

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