Centella que das vueltas y vueltas dentro de mí, que revuelves mi alma en remolinos de fuego y me haces sentir un vértigo febril, que sepas que me sabes a caramelo, y jamás te quiero fuera de mí. Por más que me envuelvas con cinta de embalaje, como un equipaje en papel de regalo que nunca se habrá de abrir; por más que me hagas muñeca para tus juegos, un maniquí que incansablemente vestir, no quiero nunca que te extingas, ni que se agote tu energía en mí.
¡Pura energía que anima mi cuerpo, y que no es sangre ni aire, sino algo invisible por descubrir! Que agitas mi alma como licuando un cóctel, y la conviertes en un ardiente elixir, ¡relámpago, huracán, rugido de la tierra, ola que engulle hasta al abismo la superficie del mar! Calor del sol radioactivo, que vuelve a las flores doncellas por las que intervenir, y despierta a los pájaros para que canten la vida y dejen de incansablemente huír. Así es como es esta espiral galáctica que gira como la misma Tierra en lo más nuclear de mí, que pone en mi cuerpo el ritmo del universo y trata de hacer armonioso mi vivir.
¡Ah, armonioso este vivir...! Que es como un tren que en su ruta circular pasa cada estación de largo, en el que nadie se ha subido, y nadie se ha bajado; tren que nunca se ha parado, porque no da llegado al destino al cual lo encomendaron. ¡Así de absurdo es mi sino! Un sueño, y en el sueño un cuadro, y al fondo del cuadro mi destino. Y yo viviendo por arte, por placer, por amor que nunca se me muere; sin norte por estar demasiado al sur. Llegaba a estar mi mente más tapada, y ya no sabría ni por qué seguir. Es este corazón que lejos de adormecerse, me paraliza con su constante descarga, me electrifica y me convierte en un poste de alta pasión acumulada. Y no hay tierra que me atraiga con su gravedad, ni hay aguas que me arrastren con su corriente desbocada; aquí mismo me quedaré con mi centella que enteros mi espíritu y mi cuerpo abraza.
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