miércoles, 9 de marzo de 2022

Muerte II / Deseo terrenal XXIII

Cuando tenía 13 años, me leí Los hijos del vidriero. La profe de Lengua nos lo había mandado como lectura obligatoria. "Lectura obligatoria" es un concepto espantoso y contraproducente donde los haya, así que yo pasé página tras página de aquel libro sintiendo en mis mismos huesos el arrastre pesumbroso de las horas. Sin embargo, me encontré cautivade por uno de los primeros conceptos presentados en el taller del artesano del cristal. 
Qué hermoso es el sonido producido por las piezas al caerse al suelo y quebrarse. Qué increíblemente frágiles son las cosas más bellas, en las que hemos insuflado tanto de nuestro propio aire. Klas, el pequeño hijo del vidriero, se regocijaba con el campaneo de cada recipiente en el instante de su muerte en mil pedazos, para inmediatamente comprobar con horror la realidad. Aquello que se creó y que se amó, se fue. Acaba de irse, ahora mismo, delante tuya. Y para siempre. 
Desapareció, terminantemente. Solo quedan trocitos con los que no se puede hacer nada. Es irrecuperable. Solo nos queda barrerlos, sintiendo en el pecho el pinchazo del luto como si de algún modo imperceptible los hubiéramos respirado y nuestra sangre los hubiera llevado directos en contraataque a nuestro corazón.
Como se puede ver, nunca jamás me olvidé de lo que Maria Gripe me dijo.

Desde entonces, rompí muchos cristales. Pensé en sus palabras todas y cada una de esas veces. La mayoría se me resbalaron de las manos sin querer; otros, los lancé deliberadamente al suelo. Fue doloroso, aterrador, liberador y placentero, cada vez. Recibí ese placer con culpa. Recibí esa muerte con anhelo. Y todos esos sentimientos, al final del día desaparecieron, dejaron de existir tal como lo hicieron cada uno de esos objetos. O quizás, solo se transformaron en otra cosa, ¿sería más correcto pensar eso? Quizás cada copa y cada botella, sencillamente regresaron a la arena de la que surgieron una noche como los cisnes en el lago, diluídos de nuevo al término del plenilunio.

Si tan solo eso fuera enteramente cierto. Muchas veces el cristal fue molido en polvo resplandeciente, que efectivamente, desintegré de un soplido. Pero no siempre. Si me quedo en silencio, puedo escuchar todavía el lastímero tintineo de las astillas que se quedaron clavadas en mis manos como las espinas de la rosa. Es terrible verlas introducirse, con tus ojos plenamente abiertos, tan hondo en la piel y tan rápidamente recogidas por la corriente de tu pulso, que se las lleva lenta pero imparablemente hacia la vorágine rugiente de tu corazón. Es terrible saber lo que pasa una vez lleguen ahí. Y que no me quede más que hacer que esperarlo, tan pacientemente, con dolor, con terror, con culpa, con deseo.
 
Es bien conocido lo catártico que es romper vidrio. Da miedo el planteo de acabar con la vida de algo valioso y bello, potencialmente útil y colmado, incluso cuando está hueco, de tanto esfuerzo. Sabes perfectamente que luego tienes que recoger los restos. Aún así, hay una bestia dentro de ti a la que, de algún modo, le da igual todo eso. El acuciante deseo de transgredir ese mismo respeto que en ti impone la ideación. De terminar de una vez por todas con ello.
Yo morí muchas veces de esta manera. Reventade bajo la presión del sol del mediodía, empujade al vacío desde el borde de una mesa, heche añicos en las manos de alguien que me sujetaba con demasiada fuerza. Del mismo modo, yo maté. Con y sin remordimientos. Alguna vez incluso fui mi propia víctima y mi propio verdugo. El denominador común siendo la transparencia. Todos y cada uno de esos yos se perdieron sin posibilidad alguna de arrejuntar sus piezas, desvanecidos para siempre de la existencia. ¿Cómo es posible, entonces, que siga aquí entere, escribiendo sobre el libro que me leí hace ya casi dos décadas?
Porque sigo y seguiré soplando pompas de cristal nuevas, por más que sepa lo que les espera.

lunes, 7 de marzo de 2022

Dolphin II

I am riding the wave
I'm on top of a whale and
she's carrying me away
like spores in the wind
going to far away lands
to be born someone new
I am flying today
across ocean and sand
away voguing the night
and you wish you were me
I'm sliding on ice
a dream coming true twice
I'm in love, I am high
I'm far above the sky
without rush, without haste
it's a slow building race
and the wave, will it crash?
I am throwing the dice
to the whirls of the sea
maybe God is with me
let us try, let us fail
let us leap out the tide
let us dive in again
like a dolphin, I'm riding
I'm riding the wave
let my freedom prevail
until it turns into chains
then I'll do it again

miércoles, 2 de marzo de 2022

Sirena

Te partí en dos la cara.

Eras tan bonita, 
yo ansiaba
quererte.

Pero tuve que hacer 
estallar las ventanas,
aflorar tu sangre 
afuera de la piel.

Eras tan prometedora, 
yo ansiaba
poseerte.

Pero tuve que empujarte 
al vacío.
 
Te vi caer, 
inarticulada
muñeca, cientos 
de pisos hasta
salpicar las aceras.

Te disolviste 
en espuma de mar.

martes, 1 de marzo de 2022

Silencio III

Vengo de un sitio
húmedo y que pesa
un poco no mucho
sobre las manos.
Un sitio oscuro, infestado
de hongos y polillas 
y olor a pescado.
 
Yo vengo de su hueco más callado
donde solo hay agua
tintineando.
Donde cubre un manto
de tierra ennegrecida
y son más felices
los gusanos.
 
Fue mi cuna la hojarasca
medio podrida
las nueces picadas.
El viento sibilándome
fuerte los nocturnos
y las nanas.
 
Vengo del sepulcro adormilado
de los helechos y babosas,
liquen que arropa las rocas
cuerdas y troncos varados.
 
Por favor, no hagas ruido.
No quiero irme
a ningún lado.
 
Estoy sentade contemplando
el mar.