¿Por qué os daría de mi carne
lo más jugoso?
¿Por qué os daría de mis ojos
el verdor?
¿Por qué os daría todo lo que mi madre
solamente a mí me dio?
Todo ello es mío, mío para siempre,
e incluso la muerte
lo habrá de resguardar como a las reliquias de un dios.
No os esforcéis en justificar
por qué en esta pradera olivina
es necesario edificar cuanto antes.
Nunca tuve una necesidad
sino hasta que esta fue inventada.
Mas cuando apoyo la mirada sobre el verde pasto de sí misma, me pregunto
¿por qué habría de cambiar esto
por nada?
Ojalá en mi muerte me recuerden viva,
buscada
y nunca entregada.
Como cada isla virgen
que el padre océano esconde en los bolsillos
de su bata.
Como cada planeta que las madres estrellas lejanas guardan
bajo su falda.
Inocentes, ignorantes de lo que nos pasa
imploro porque nunca reciban en sus teléfonos
una sola llamada.