miércoles, 28 de febrero de 2018

Frío II

Cuando el día se caía, pero todavía 
no del todo, se encendió en la calle 
la primera farola.
Se encendió por sí sola.
Como programada para oír los pasos 
de la noche aún 
desde la lejanía.

Yo nunca me había 
parado a pensar en que esas cosas 
me sucederían
a mí.

Pronto la noche, con sus sonoros tacones 
con cuyas reverberaciones yo 
siempre me divertí,
nos cubrió con su opaquísima capa 
de terciopelo.
Fueron entonces las farolas 
lejanas todo
lo que yo vi.

Lámparas que se adormecen
en mi visión,
luces alejadas de mi casa 
encantada: acudan 
a mí.

¡¡Acudan a mí!!

Las cuento desde mi ventana, imaginando
que son suficientes para iluminarme a lo largo
de todo mi vivir.
Mis ojos señalan a las que se enfilan 
por la autopista:
esas son las cadenitas 
que de mayor voy a vestir.

"Oh, no, no te hagas mayor" dice una nube 
lo bastante gris
como para que prendan sus faros los coches;
"a mí 
me gustas así".

Me recoge la noche en sus brazos 
cubiertos de tul negro
y me estrecha contra sí, susurrándome
"a mí me encantas así,
que te pueda esconder dentro de mí
porque no eres grande,
ni lo serás nunca, si del sol 
conmigo vas a huír".

Con un filo acariciando mi cuello, me animan a salir
donde las luces eléctricas derritan el hielo 
que se agudiza sobre mí.

domingo, 25 de febrero de 2018

Deseo terrenal XV

Qué me tiene el agua para yo tenerle siempre sed.
Por cada célula que conforma mi piel querer
sentir su tacto, por mi cuerpo entero beber.
Qué me tiene a mí, que soy un ser del continente
y del desierto casi hermane, qué me tiene el agua
transparente.

Qué tiene para yo sentirme permanentemente 
deshidratade, para desmayarme a las pocas horas 
que lleve mi tripa árida.
Para que mis labios la quieran besar siempre,
como si fuera adicte a su sabor
de nada.

Para que como a una amante la recuerde.
Para querer que me rodee en mi perímetro
como un coro de ángeles si fuera sante.
Qué me tiene el agua para que su caricia
sea tal que la de a quien se ama.
Para atraerme a la Nada como a una criatura de Fantasia.

Ojalá yo disolverme contigo, agua.
Ojalá yo ser en ti
una gotita más que resbala
y que no importa nada, nada.
Ojalá nadando yo en ti como un pescadito
desmemoriade.
Sonrío con la sola idea de que se tomaran
por reflejos de tu resplandeciente cuerpo, mis escamas.
Con la idea sola de diluírme mi corazón
¡salta!

Qué me tienes, agua
para hacer de une rebelde como yo, tu esclave,
de por vida requerirte, requerirme yo
mojade.
Sea solo la punta de mis dedos en tu realidad aumentada.
Sea yo sumergide en ti hasta mi último pelo
feliz cual alga que nació en tu seno,
sea yo la mosca despistada que se cayó en un vaso
que llenabas.

Solo empaparme de ti quiero, agua,
que me lluevas encima
como una ruidosa tormenta, o como la suave garúa.
Dejarme calade.
Hacerme desaparecer en la niebla
como con magia.

jueves, 22 de febrero de 2018

Muerte / Deseo terrenal XIV

(2017)

Tus manos matan tan gentilmente; tan suavemente acuchillan la piel. Tan imperceptible haces el dolor con tus dedos goteando como miel, miel. Tan indiscernible en tu tacto el mal del bien.

Saber que la muerte sigue a tus manos y aun así perseguir su recorrido hasta el fin. Pensar, si es que me queda pensamiento en este cráneo vaciado por el sentir, que podré dar media vuelta antes de llegar allí. Que podré salvarme de morir, morir.

Mas, ay de mi alma, ¡ay de mí! ¡cómo deseo ser aniquilade por ti! En esa muerte en la que exploto como un cristal en el horno, esparciéndome en cachitos afilados sobre ti, en la que reviento mi tinta como un bolígrafo roto, marcando tus manos de crepúsculo añil. Yo perdide para siempre, ¡siempre! ¡irrecuperable! ¡sin opción de revivir! Y tú para siempre sucie, sucie de mí y de ti. Incrustado en tu corazón el pedacito más transparente de lo que fui.

Morir conmigo, pues es mi muerte la tuya. Pues mientras tú me clavas tu ardiente cuchillo yo te arrastro al fondo de la laguna. Morir juntes, heches une en la caída. Lejos de todo lo que escucha, todo lo que mira. Lejos de Dios y de la luz del día. Tan en lo oscuro que ni al otre distingamos y aún así, queramos del otre apertura y sutura.

Dispueste estoy de morir, arrancade como una flor de la vida. Belle y vive tan solo por lo que dure nuestra huída. Dispueste a que me rompas y destroces con sadismo cual si fuera una porcelana china. Dispueste a que me entierres en vida en el amado suelo del que se separan las crías; a que borres mi civilización, mientras tú misme te escondes de la misma. Dispueste a dejar de existir, en tus manos, llene de anhelo por la más liberadora brisa.

Sueño

Sueño con viajar por una gran esfera
de cristal. Siendo yo quizás la pequeña,
pequeñísima partícula de sal que la recorre
en circunferencia como el mantel astral
que nos cubre para la cena.

Bajo la mediana oscuridad
yo soy una pata de la mesa
que mira a las demás,
y mira a las demás
a las distintas luces de los días
y nada más sabe que mirar
y soportar.

Por eso sueño con mojar
mis dedos en el mar
que se desprende del vacío,
por eso cierro mis ojos...
para ver más.

Por eso sueño con besar
las gotas de la lluvia más ácida.
Porque me sueño con el poder de dulcificar.

Porque en mi sueño soy la que puede
a las frías estatuas del parque en la noche abrigar.
Y soy el horizontito que se ve bajo la puerta
cuando por dentro está oscuro
y por fuera se oye caminar.

Sueño con la gotita que recorre
rápida mi parabrisas
cuando voy por la autopista solo pensando
en velocidad, velocidad.
Mientras se escapa para no volver a ser vista por mí
más.

Sueño con irisados faisanes a los que dejo volar
para más tarde encontrarlos abatidos.
Mi madre se pone a guisar.

Sueño que puedo,
que puedo el mundo entero salvar.
Recorriendo microscópica una lágrima
cristalina, mas
invisible donde está.

Pero en mi sueño, a tientas
lo puedo encontrar.
El interruptor que enciende la luz del hogar.

A veces chisporrotea.
Pero yo lo sé arreglar.
Todo está bien colocado en mi cabeza.
Todo en simetría. Todo regular.

En mi sueño encuentro el lugar.
Me encuentro en la orilla la piedra pulida
que quiero guardar en un bañador sin bolsillos.
Mojadas y resbaladizas la piedra y yo,
en la arena la decido enterrar.

lunes, 19 de febrero de 2018

Fantasma II

Fantaseo a veces con colarme en la casa vecina. Esperar convencide de actuar y emocionade a que quien la habita se vaya durante una noche muy larga. Se me conceda así un holgadísimo tiempo, para poder saborear cada segundo, para tomármelo con calma; deslizarme sintiendo el agudo cemento del muro en mi espalda, abrir sin que suene el más ínfimo chasquido la puerta del patio de atrás, que nunca está cerrada. No encender la luz, descubrir a tientas todas las cosas que la ley prohíbe a mi mirada. Y tan solamente, en tanta soledad observarlas; largamente, como se recorre descalce la playa, quietamente aunque mi sangre con la visión de lo ignoto se vea acelerada. Nunca tocarlas. No arrebatar ni una mota de polvo de donde esté asentada. Mas dejar a mis ojos beber de lo nunca conocible como si fuera en los días de la canícula el agua. Que cada puerta consienta mi mano, y me entregue en ella lo que guarda. Que acceda con suavidad cada baldosa a soportar mi paso de intruse y fantasma. Y tras devorarlo todo con la incorpórea pero golosísima boca de un alma, retornar a mi cama.

Oh, enigma, ¡yo suspiro por cada cortina echada! Por cada puerta cerrada, por cada insignificancia que de la luz se tapa. Por todo lo que se esconde, con o sin importancia, por cada hueco del puzle por el que silba el viento pidiendo su pieza colocada. Por la llanura que no oculta nada. Por el fondo de mi mismo armario, donde dormita corrupta una nostalgia. Por la negrura de la cueva, donde no se discierne nada; tal la negrura de mi pupila reflejada. Oh sombra, oh maravilla velada; solo quiero conocer, solo sentir usted sobre sí mi mirada... y calmarla...

domingo, 11 de febrero de 2018

Declaración de amor IV

¿Qué hay de cómo yo te quiero?
¿Qué hay de eso?
¿Qué hay de cómo nos queremos entre tú y yo, ajenos 
a cómo los demás nos quisieron?
¿Es acaso menos
el amor que tú me tienes
que el que a otres les tengo?

¿Es el amor, acaso
como un día, con su ocaso
o como una noche nublada?
¿Es el amor, acaso
como una posada
que ocupar en itinerancia?
El amor siempre siendo
la cosa más enseñada;
el amor es, el amor es,
lo que te hayan dicho en el aula.

El amor se sacrifica, a sí mismo se remata
por comenzar nueva vida sin la sangre manchada.
El amor se levanta por encima de sí,
se venera y se repudia como a un dios en sus escrituras,
y Dios es amor, mirémoslo así.

El amor es, el amor es.
Qué puedo saber yo de tan noble padecer;
yo que le digo, ¡amor!
¡Por la infinidad del campo tú puedes correr!
Dime, ¿para qué a ti te voy a guarecer?
Si eres contrario al mismo Diablo, si a las sombras haces desaparecer, 
tú que eres quién de neutralizar todo veneno, tú que me salvaste de perder.
Dicen que no te entiendo y que no te cuido bien.
Que tendría que guardarte custodiado, pues el amor es
tesoro,
¡el amor es como oro! ¡Cómo lo puedes dejar correr
cual agua que se escapa,
como una rata cuando te ve!
¡Cómo lo puedes desmerecer cual si fuera hojalata!
Y yo contesto...
simplemente,
el amor es.

lunes, 5 de febrero de 2018

Confluencia II

(14/09/2015)

Nada, nadando en el oceáno; queda en tierra todo lo que alguna vez fue mío, y ahora cuanto puedo decir que me pertenece es en realidad compartido. Nuestro solo es el mar, en manos de todes les que confluímos. Continuamente lo escucho susurrar, con el viento conversar en cantarines remolinos. ¿De qué hablarán ellos que han visto el rostro de todes les que vivimos? Como niñe asustade de los gritos, yo me tapo los oídos, pues no quiero entender nunca lo que los dioses digan del destino.