domingo, 28 de enero de 2018

Diálogos bajo el techo

Me parecía tan natural querer huír. Tal como lo era volar para los pajaritos, o para el polen marchar sobre la corriente a sembrar más tierra. Tierra más allá de mí, de la que está doblando el horizonte, de la que solo he visto en sueños, muy a medias. Cuando veía a los perros correr tras de los coches, pensaba, tal vez eso es envidia. Como la que yo tengo cuando los quiero imitar aullando en el balcón. Sin vergüenza, porque quiero que me oigan. Quiero que lo sepan: que poco de esto es para mí, que yo soy como los ratones que tocan la tierra con sus manitas de humano; me está saliendo pelo y no voy a disimularlo. Yo soy de su manada y de su jauría; yo soy de la bandada de pájaros que va donde el frío no se cierna sobre sí. Acostada sobre mi espalda en la lanuda alfombra de una por lo más vacía habitación, me paso los minutos largos como años pensando, ¿por qué nadie más dice que se quiere ir? Me quiero ir. Es un sentimiento tan inocuo y afable, tan blanco y tierno como el brote de una fresaria. Nunca se me hubiera ocurrido que era algo a ahuyentar y reprimir. Nunca hasta que le dije a mi madre, como quien dice que quiere ensaladilla para cenar, mamá, te cuento un secreto: me quiero ir. Ella instantáneamente se puso a llorar, y me sentí como si hubiese dejado caer con toda deliberación una pieza de cristal al suelo.
 -¿Por qué te quieres ir? ¿No eres feliz aquí?
-Sí lo soy.
-Entonces, ¿por qué?
-No sé. –dije recién confusa, habiendo asumido hasta ese momento que todes compartían ese deseo conmigo, solo que por algún motivo que todavía no aprendía, no podían decirlo. Sabía que tenía que avergonzarme, pero ello no surgía en mí por sí solo, porque ninguna sección de mi ser comprendía el por qué. Una verdad equivocada; a veces, de eso se trata crecer: descubrir que lo que pensabas indudable es acusadamente acusado. ¿Y cómo no voy a querer moverme como todas las demás criaturas animadas, cómo no voy a querer recorrer la línea del monte como los caballos? 

El mundo; no el mundo entero, sino el mundo hermético dentro del cual yo nací, está construído de tal manera que nadie puede huír. Nadie puede negarse a permanecer, o negarse a sí misme sería. Humana eres, como tu madre, como tu padre, como la maestra que te enseña las humanas matemáticas, las humanas lenguas, la humana gimnasia. Y has de ponerte toda esta humana ropa, ¿cuál te gusta más? Y has de hacer lo que hacen les demás. Profunda envidia yo tomé por todo lo que se llamó animal. Profundísimo anhelo de escapar, sin decir nada, sin dejarme amar. Pero nunca lo hice. Me erguí sobre dos patas, y tan solo miré. Ahora todo es mirar.

viernes, 26 de enero de 2018

La dama de la montaña

La dama de la montaña
está en su cabaña esperando por mí.
¿Qué me querrá mostrar? ¿Qué me querrá decir?

Las noches son demasiado frías,
los días son demasiado ardientes,
la primavera llega por fin.

La dama de la montaña
espera como una flor más a salir.

Sabe que yo soy
como una raíz
aguardando largamente al calor para surgir.

La dama está deseando
darse como un palito al que me pueda asir
tan pronto yo brote,
la dama me quiere asistir.

Ella señala a las estrellas, y me dice
¡hete aquí!
¡heme aquí!
Tú eres la Copa
y yo soy la Virgen que va a volcar zumo en ti.

Yo observo
que soy la Copa sobre la Hidra
y que esta me quiere llevar con sí.

Ella lo observó desde el principio de los tiempos
y vino a por mí.

La dama de la montaña quiere salvar al mundo
pero sabe que sola no lo puede conseguir.
Me vio y vio tantas cosas
desde mi origen hasta mi extinguir.

La dama tiene al cielo entero en sus ojos.
Más cielo del que puedo contemplar desde aquí.
En su mirada están la Virgen y la Copa,
y la Hidra,
y la Ballena, y el Águila, y el Delfín.

Si me mira durante un largo rato,
siento que dejo de existir.

martes, 23 de enero de 2018

Deseo terrenal XIII

(01/06/2015)

Cada día me levanto con tantas oportunidades como cintas de las que tirar para desenvolver un regalo.

Cada mañana me acuesto con tanto arrepentimiento.

Y es que aún habiendo aflojado algunos de esos nudos, me quedan tantos otros atrás cada noche enredándose en mis pies quietos. Apretándome hasta que los pinta mi sangre, implorándome que les haga caso hasta que ya no quiero verlos.

Entonces pienso en el tiempo, y me doy cuenta de que la base de mi angustia es solo una ilusión, un grandísimo miedo del que no escapo. La belleza, el amor o la justicia dan a cada hora algo de sentido, pero éstas siguen estando tan incompletas. Me chirría tanto el espacio entre segundo y segundo.

El grifo del universo está abierto a pleno chorro, pero yo solo alcanzo a juntar dos o tres gotas en mi vaso que apenas me mojan los labios, mientras que la sed de mi espíritu es tan grande, y este cuerpo se seca; y este calor lo acelera, y este sol me deja ciega.

Calor II

Cuando necesito ver belleza,
cuando estoy enfriada,
mojo la sola punta de mi dedo y
pongo una gotita de agua
sobre la pantalla del móvil.

La misma se vuelve un ópalo a la luz sentada
y yo me quedo mirándola
hasta que es evaporada entre yo y el calor de su cama.

Para conciliar el sueño
salgo a la ventana
y busco ver algo bello entre la pesada poalla.
Cómo se vuelven ámbares a la luz de la farola
las piedrecitas del asfalto mojadas.

Cómo se recorta en la ropa de cama
la proyección azulada del televisor sin voz.
Ver las luces de la ciudad sin gafas
para hacer un bokeh.

Vuelvo a la conversación que terminó hace horas y leo
la mejor palabra
y la vuelvo a leer.

domingo, 21 de enero de 2018

Diario 15/09/2016

¿Por qué sentir nostalgia de cosas que siempre están vivas? Cosas que siempre están y estarán ahí, porque forman parte de mí, porque me conforman, porque son yo misma. ¿Por qué sentirme sola cuando siempre estoy y voy a estar acompañada de todo lo que soy?

[...]

Mas amar es lo que quiebra el ego en el que estoy contenida. Es lo que hace a esta porción de alma volar hasta encontrarse con todas sus partes perdidas. Se hace cada vez más grande; pienso que se podría hacer infinita, fundiéndose con todo lo que deseo, multiplicando la vida. Cuando amo intensamente a alguien siento cómo mi esencia se diluye con la suya. Cómo empieza a ser una sola cosa, enteramente compartida. Cómo yo ya no soy más yo, sino nosotr-s. Eso es lo que "nosotr-s" verdaderamente significa. Que hemos roto nuestros vasos para mezclarnos en una sustancia única. Entonces, la felicidad es una. El dolor es uno. Esas son las pruebas.

lunes, 15 de enero de 2018

Deseo terrenal XII

Soy la flor cerrada que acaricias 
esperando que se abra. 
Soy la flor durmiente 
que siente tu calor penetrando en sí como el del Sol.

Soy la visión que centellea en tus ojos. Soy el antojo que anega tu boca. Soy la velocidad que te arrastra 
y acelera la sangre, soy el más leve roce 
que te hace cosquillas
con la pluma de un ángel.

Soy pasiva, tan paciente, tan altiva, 
taaan atractiva. La plantada, la expectante. 
La del jardín de atrás, la emocionante. 
La cautiva.

A mi tallo acercas las tijeras de los filos frescos como el invierno. 
El terror de morir en tus manos. 
El anhelo de morir en tus manos.

Y qué es una flor para ti. Si así me tocas, si así me tomas, si tan fácil aceptas que perezca.
Qué seré yo nunca para ti, sino esa ilusión fugaz, sino ese bocado que das y saboreas 
durante tan solo un segundo. 
Qué soy sino un ser potencialmente destruído, un bien consumido 
en el fuego de tu tea. En lo profundo de una cueva
a la que me he caído, culpable de mi propio amor por el enigma. 
Qué soy sino un deseo de los que desvelan 
únicamente hasta que de tu lado se acuestan.

Soy la que muy quieta te espera, sin poder pronunciar un solo paso. 
Pues soy la flor bien amarrada al suelo. La que permanece. 
La que se hace eterna.

Soy la que ofrece menor resistencia de entre las criaturas tiernas. Pues tú sabes evadir las espinas. 
Tú eres el que más sabe y el veneno es apenas 
cierta sequedad en tus piernas. 
Sabes cómo sujetar un tallo
sin que siquiera duela. 
Sabes que son solo como canciones mis leves protestas.

domingo, 7 de enero de 2018

Escarlata

(25/08/2014)

Callada,
mi boca sellada
por mi propia sangre
que me traiciona y se retiene de ser salpicada.
¡Qué sangre amante y humana, que me quiere tener por tanto callada! Y si no fuera por ti, habría de gritar, y habría de no sentir nada, pues tú tomas contigo lo que mi corazón más reclama aun si lo desoigo, y haces que conmigo misma esté siempre enemistada. ¡Sangre de monstruo! La pureza que procuro se me ve una y otra vez negada por tu mancha de escarlata. Y me habla Dios airado porque mis ambiciones no son cristianas. ¡Pero si es mi sangre la que me hace un alma silenciada! Y ahogar he mis gritos de amor por no ofender al mismo, y suspirar con la boca tapada. Ángel que me atraviesa con su espada de plata, arma de poeta inmaculada, arma como la niebla de la mañana, ¡antes de que peque me condenas, y mi herida ni siquiera sangra!

sábado, 6 de enero de 2018

Nada

Nada.
Eso no es nada. 
No significa nada.
No estaba pensando en nada.
No me pasa nada. 
Nada.

Nada... 
Cómo anhelo yo ser nada. Nada.
Es tan cansado ser siempre alguien, 
ser siempre algo, 
definirme, 
concretarme, 
ser mirada.

Peinarme y vestirme. Ponerme unas bragas. 
Coger el paraguas.
Comer cada día. Necesitar agua.
Necesitar agua...

¿No podría yo saciarme 
con nada? 
Que nada me haga falta. Porque no soy nada.

No tener nombre. No tener casa, ni cama.

Que esté vacío cada libro que yo abra. 
Que la gente pase, sin decirme nada. 
Que se rompan todas las cuerdas
que me amarran.

Que en el cielo de la noche 
no haya nada.

No haber nunca existido como humana,
ni como Amanda.

Desdibujada. 
Abstracta.

Siquiera pintada. 
Tan solo imaginada.

 
Tan solo atisbada.

 
 
O siquiera eso. 
 
 
 
 
Nunca nata.

Nada de nada. 
Desconocida e ignorada
como la estancia entre las tablas que separan
mi suelo de vuestro techo.
Y no haber mío, no haber vuestro. 
No haber cosas dominadas.
No haber cosas nombradas, 
no ser nunca recordada.

No ser cuerpo 
ni fantasma,

no ser sueño 
ni materia,

no ser nadita 
de nada...