Sé bien que no importa cuánto tiempo pase,
así como sigue en el mismo sitio el Sol
aunque haga un elíptico baile. Así como duermo en la misma cama aunque mude su ropa;
así como siempre camino de la misma forma al salir a la calle
y voy por los mismos caminos
aunque el día su luz siempre cambie.
Así como todo es distinto, las mismas horas cada día;
las mismas palabras pronuncio (no importa el momento) al decirlas,
así como pruebo una nueva receta con ingredientes que tenía,
así yo recojo mi pelo en diferentes medidas, mas tanto tú como yo lo sabemos: que cada hebra es la misma
que estuvo ayer ondeando desasida.
Tú esperas transformarte en desconocida,
como si fuera natural, como se hacen las larvas polillas;
que acepte de inmediato cosas nunca antes vistas
sin darle una explicación,
una satisfacción
a esta lógica mía.
Qué necesita
mi alma para no volverse piedra fría,
para ser siempre líquida arena que pula las antes dichas.
Quizás que me soples al rostro,
que me remuevas,
que me dibujes,
que no me dejes en el centro del desierto lejos
de toda cosa viva.
Así como no se han vuelto de un soplido bosques las dunas,
mi amor no ha muerto, y los muertos no se han ido de su lecho de partida.
Mucho menos se ha invertido en odio, ¡quién lo perdonaría!,
mucho menos ha retornado ningún fallecido a la vida.
En mi hogar permaneceré todas las noches, con todas sus horas,
toda la vida.
No me iré a ninguna parte.
A ninguna parte que no sea la mía.
Pregunta y estaré aquí.
Esperándote todavía.