Donde tú anhelabas hundirte
lejos de la arena.
Donde mi garganta quede muda y no vean
ni un solo cabello mío las estrellas,
donde no me sientas si estoy cerca.
¿Qué haría yo por amor? Empaparme, sin recato
desnudarme, que cualquier hálito condense y todo en ti fluya al verme;
incluso si no quieres oír ni por escrito mi declaración callada,
serás civilizada
al conocerme.
Como yo domesticada
cual perra en la gratitud. Las uñas limadas,
correa amarrada,
y con cada sacudida de la misma inquiriendo en las cavernas de mi corazón la fiera:
¡cuánto más!
¡Cuánto más mi boca sellada y mis dientes sobre blando,
cuánto más mis manos lejos de la tierra!
¡Así el amor te destruya como se ahoga mi aullido,
así interminablemente te hiera!
Y ni en la muerte halles consuelo.
¡Pues no es por mí, sino por el amor que sangras y dejas
que te mate por que no se ofenda!
Que te atraviese con su espada inmaculada cual la luz de una estrella,
con una sonrisa en tu jeta.
Así no corra nunca el viento a través de tus grietas,
sino para avivar la llama de tu vela
hasta que te abrase las tetas,
así nunca puedas clamar pidiendo que te saquen del abismo del amor,
así te consumas podride entre las sirenas
y no tengas transición a polvo siquiera.
Si sabrás, bestia, cuánto te desoigo y a su vez, cuánto me complace oírte. Si sabrás el poder último contenido en mis cuerdas, incluso si nunca son tañidas, incluso si el más secreto de sus suspiros apenas lo escuche una abeja; si sabrás lo que amo.
Siendo el polvo que descubre un viejo libro para colmar las noches,
siendo en la playa la arena
que poco a poco es arrastrada
hacia la despiadada hidrosfera.
donde no me sientas si estoy cerca.
¿Qué haría yo por amor? Empaparme, sin recato
desnudarme, que cualquier hálito condense y todo en ti fluya al verme;
incluso si no quieres oír ni por escrito mi declaración callada,
serás civilizada
al conocerme.
Como yo domesticada
cual perra en la gratitud. Las uñas limadas,
correa amarrada,
y con cada sacudida de la misma inquiriendo en las cavernas de mi corazón la fiera:
¡cuánto más!
¡Cuánto más mi boca sellada y mis dientes sobre blando,
cuánto más mis manos lejos de la tierra!
¡Así el amor te destruya como se ahoga mi aullido,
así interminablemente te hiera!
Y ni en la muerte halles consuelo.
¡Pues no es por mí, sino por el amor que sangras y dejas
que te mate por que no se ofenda!
Que te atraviese con su espada inmaculada cual la luz de una estrella,
con una sonrisa en tu jeta.
Así no corra nunca el viento a través de tus grietas,
sino para avivar la llama de tu vela
hasta que te abrase las tetas,
así nunca puedas clamar pidiendo que te saquen del abismo del amor,
así te consumas podride entre las sirenas
y no tengas transición a polvo siquiera.
Si sabrás, bestia, cuánto te desoigo y a su vez, cuánto me complace oírte. Si sabrás el poder último contenido en mis cuerdas, incluso si nunca son tañidas, incluso si el más secreto de sus suspiros apenas lo escuche una abeja; si sabrás lo que amo.
Siendo el polvo que descubre un viejo libro para colmar las noches,
siendo en la playa la arena
que poco a poco es arrastrada
hacia la despiadada hidrosfera.