lo que en la
distancia oyes,
lo que en lo lejano ves?
Tienes la mirada fija en el horizonte y no sabes si el mundo
está del derecho o del revés,
Si supiera quién a quién imita
pues el mar imita al cielo, ¿o es del mar el cielo
copia fiel?
Con sus nubes de espuma, con su sol
y su luna, me preguntas
por qué
cuando llueve no cae ningún pez.
Cuál es espejo, cuál el reflejo, cómo saber
si el uno en el otro nunca
se dejan de ver.
Nada de lo que se te dice te lo acabas nunca de creer.
Por favor, miña flor, ¿me dirás
por qué?
Me estás haciendo temblar una y otra vez;
para que no me veas llorar me tengo que esconder,
pero siempre escuchas.
Con tus ojos terrosos me escrutas,
buscando el dolor en mi
tez,
¿es que no se mira ya bien?
Vivo temiendo el día en que me digas
que todavía
el remolino te quiere absorber,
que no por ello me vas a dejar nunca
de querer.
Si pudiera yo siempre tenerte
cual flor en este tiesto, inerte,
enjarronada en mi amor, viendo
a través.
¡Dime, pequeña, por qué no! ¿Por qué?
Si supiera quién a quién imita
de entre lo que existe y
la fe.
No quiero que llores, quiero que siempre estés
llena de mí y yo llene de ti, sin que nos aislen pena ni
estrés.
¡Te declaro mi amor! ¡Sonríeme!
Hazlo por ti.
Nada más puedo pedir a quien me ha dado el don más grande,
don de vivir; resistir hasta sucumbir,
de poder con la fauna reír
y mis manos la rosa herir,
me lleve algún tren o lo ande.