Yo quisiera ser la flor de la que bebe el colibrí; que el más dulce néctar que éste hubiese probado fuera el que se produce en mí, y cada mañana viniese tras la rugiente noche a olvidar sus pesadillas, con la luz del sol naciente y mis sonrojadas mejillas no creer más en lo vil. Cómo quisiera que me viese como la fuente suprema de las cosas más buenas, aunque en realidad yo sea una flor como otra cualquiera, quizás incluso algo imperfecta, y seguramente demasiado infantil. Que mi esencia en su boca fuese la más refrescante; que en su lengüita de pájaro se disolviesen estrellas de azúcar y lágrimas de miel, y cada amanecer me saborease como por primera vez. Que cada beso mío que él viniese a buscar, fuese como un primer beso, de los que despejan todas las nieblas y doblan todas las lanzas. Y acudiese por siempre el colibrí con la aurora a recolectar mi amor interminable, hasta que una tarde sus alitas dejasen de vibrar y mis pétalos se dejasen caer para a la tierra regresar.
Quisiera ser el tallo sobre el que el gorrión se posa. La rama más robusta y menos traicionera, donde anidar cada año y formar un hogar; donde siempre se pueda regresar, por más que las estaciones se sucedan. La casa del gorrión siempre firme está, pues yo resisto la tormenta. Y vea en el corazón de su nido el gorrión brillar una estrella; la llama de una amistad duradera que lo mantuviese cálido por lejos que se fuera, y que incluso, si la vida lo permitiera, a la caducidad de sus plumas y de mis hojas nuestra luz trascendiera.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
domingo, 7 de diciembre de 2014
Hundimiento
El agua goteando sobre el agua marca el ritmo de las horas haciendo plank, plank. Ya no necesito relojes, el tiempo no importa ya. La lluvia descarga con más y más fuerza sobre el mar. Me parece que tras la cascada veo las estrellas caer y naufragar, y yo me lanzo a por ellas aunque no sé bucear. Lo último que querría es ver mi cielo oscuro. Pero por rápido que me hunda, ellas se hunden más. Inalcanzables eran en la bóveda celeste e inalcanzables son ahora en las profundidades del mar. Para cuando me doy cuenta de esto, la superficie está demasiado atrás. Ya no puedo respirar, pero aún me queda un consuelo, y es que cuando llegue al suelo del océano, si tengo suerte, quizás se me conceda un primer y último deseo y encuentre mis estrellas caídas para entre ellas descansar. Descansar en un insomnio eterno, cegada para siempre por su claridad. Y cuando mi fuego se extinga y se quede mi espíritu mojado, me den su calor los astros derrotados en el frío abismo, hasta que a mi rostro lo olviden del todo y yo ya no exista más.
Mas cuando mis pies tocan el arenoso fondo, a mi alrededor solo hay oscuridad. Las estrellas siguen en el cielo; nunca cayó ninguna. Habré de descansar sin paz.
Mas cuando mis pies tocan el arenoso fondo, a mi alrededor solo hay oscuridad. Las estrellas siguen en el cielo; nunca cayó ninguna. Habré de descansar sin paz.
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lunes, 24 de noviembre de 2014
Confluencia
Todos los ríos desembocan en el mar. Más lentos o rápidos, más sucios o prístinos, de aguas calientes o frías, cargados de furiosas lluvias o arrastrados por la sequía; todos son licuados por las corrientes del mar unidas, y sumados a la danza comunal de la vida. Indistintas entre sí dan vueltas a la Tierra cada una de sus gotitas, saltando en cada roca del planeta sin soltarse nunca las manitas. Somos uno, el gran océano, el más alto por profundo; con nosotros llevamos los secretos que se esconden en el abismo, y sobre nosotros navegan los barcos del mundo. Y yo, solo yo, arrastrade por el río más turbulento llego al mar sin barca alguna con la que cruzarlo. Resbalando como un pez de las distendidas manos de la alegría, heme aquí, compartiendo el mar contigo y con todes, única y gran cosa compartida.
Vine de jugar y revolverme en el suelo cálido y suave del río, casi olvidándome de que el mar me arrastraba implacablemente hacia sí, casi creyendo que habría salvación para mí.
Vine de jugar y revolverme en el suelo cálido y suave del río, casi olvidándome de que el mar me arrastraba implacablemente hacia sí, casi creyendo que habría salvación para mí.
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viernes, 14 de noviembre de 2014
Deseo terrenal
Yo soy como las mamás, un ser hecho de tierra. Tierra que el viento remueve, que el agua cala y que el fuego calienta. Tierra sobre la que llueve, en la que se adentra el agua hasta casi el núcleo del planeta, acariciando en su camino a las raíces, besando las semillas, volviendo el magma piedra.
Así crecen poco a poco todas las criaturas tiernas, nacidas de mí tras el juego del aire, la mirada del sol y la incursión del agua hasta mis cámaras más oscuras y secretas. Desde que me conozco, soy fértil y dispueste, y dejo que en mí arraiguen todas las plantas, y que en mí duerman todas las fieras. Mi amor es tan inmenso que a todas las latitudes sin esfuerzo llega, y tanto nutre que pronto todes mis hijes de mí se alejan. Ascienden más y más al cielo mientras que yo me quedo en llano, quiete; sus pies brincan y corren y vuelan, y mi corazón que bien los guarda, solo se queda.
¡Ojalá yo alzarme sobre mí misme hacia el cielo y alcanzar así, el más irrealizable sueño, con unos pies como los vuestros pisar el suelo del lugar más lejano, y recibir en mi rostro el resplandor de lo sobrehumano! Y abrazaros, hijes míes, a todes rodearos entre los brazos colosales de la tierra; cubriros enteres con el amor más puro, mezcla de todos los dioses, y que todos los elementos veneran.
Cielo que se extiende hacia el infinito; con cada pasito las cosas más y más de mí se alejan. Cuanto más se conoce el universo, yo me hago más incapaz y pequeñe. Tan solo puedo mirar, como la roca que soy, en infinita paciencia. Amar como una madre. Amar por siempre y para siempre, a la vida y a la muerte, sin hacer distinciones; celebrar partos y defunciones, y recibirlo todo en mí como tesorere.
Así crecen poco a poco todas las criaturas tiernas, nacidas de mí tras el juego del aire, la mirada del sol y la incursión del agua hasta mis cámaras más oscuras y secretas. Desde que me conozco, soy fértil y dispueste, y dejo que en mí arraiguen todas las plantas, y que en mí duerman todas las fieras. Mi amor es tan inmenso que a todas las latitudes sin esfuerzo llega, y tanto nutre que pronto todes mis hijes de mí se alejan. Ascienden más y más al cielo mientras que yo me quedo en llano, quiete; sus pies brincan y corren y vuelan, y mi corazón que bien los guarda, solo se queda.
¡Ojalá yo alzarme sobre mí misme hacia el cielo y alcanzar así, el más irrealizable sueño, con unos pies como los vuestros pisar el suelo del lugar más lejano, y recibir en mi rostro el resplandor de lo sobrehumano! Y abrazaros, hijes míes, a todes rodearos entre los brazos colosales de la tierra; cubriros enteres con el amor más puro, mezcla de todos los dioses, y que todos los elementos veneran.
Cielo que se extiende hacia el infinito; con cada pasito las cosas más y más de mí se alejan. Cuanto más se conoce el universo, yo me hago más incapaz y pequeñe. Tan solo puedo mirar, como la roca que soy, en infinita paciencia. Amar como una madre. Amar por siempre y para siempre, a la vida y a la muerte, sin hacer distinciones; celebrar partos y defunciones, y recibirlo todo en mí como tesorere.
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viernes, 31 de octubre de 2014
Centella
Centella que das vueltas y vueltas dentro de mí, que revuelves mi alma en remolinos de fuego y me haces sentir un vértigo febril, que sepas que me sabes a caramelo, y jamás te quiero fuera de mí. Por más que me envuelvas con cinta de embalaje, como un equipaje en papel de regalo que nunca se habrá de abrir; por más que me hagas muñeca para tus juegos, un maniquí que incansablemente vestir, no quiero nunca que te extingas, ni que se agote tu energía en mí.
¡Pura energía que anima mi cuerpo, y que no es sangre ni aire, sino algo invisible por descubrir! Que agitas mi alma como licuando un cóctel, y la conviertes en un ardiente elixir, ¡relámpago, huracán, rugido de la tierra, ola que engulle hasta al abismo la superficie del mar! Calor del sol radioactivo, que vuelve a las flores doncellas por las que intervenir, y despierta a los pájaros para que canten la vida y dejen de incansablemente huír. Así es como es esta espiral galáctica que gira como la misma Tierra en lo más nuclear de mí, que pone en mi cuerpo el ritmo del universo y trata de hacer armonioso mi vivir.
¡Ah, armonioso este vivir...! Que es como un tren que en su ruta circular pasa cada estación de largo, en el que nadie se ha subido, y nadie se ha bajado; tren que nunca se ha parado, porque no da llegado al destino al cual lo encomendaron. ¡Así de absurdo es mi sino! Un sueño, y en el sueño un cuadro, y al fondo del cuadro mi destino. Y yo viviendo por arte, por placer, por amor que nunca se me muere; sin norte por estar demasiado al sur. Llegaba a estar mi mente más tapada, y ya no sabría ni por qué seguir. Es este corazón que lejos de adormecerse, me paraliza con su constante descarga, me electrifica y me convierte en un poste de alta pasión acumulada. Y no hay tierra que me atraiga con su gravedad, ni hay aguas que me arrastren con su corriente desbocada; aquí mismo me quedaré con mi centella que enteros mi espíritu y mi cuerpo abraza.
¡Pura energía que anima mi cuerpo, y que no es sangre ni aire, sino algo invisible por descubrir! Que agitas mi alma como licuando un cóctel, y la conviertes en un ardiente elixir, ¡relámpago, huracán, rugido de la tierra, ola que engulle hasta al abismo la superficie del mar! Calor del sol radioactivo, que vuelve a las flores doncellas por las que intervenir, y despierta a los pájaros para que canten la vida y dejen de incansablemente huír. Así es como es esta espiral galáctica que gira como la misma Tierra en lo más nuclear de mí, que pone en mi cuerpo el ritmo del universo y trata de hacer armonioso mi vivir.
¡Ah, armonioso este vivir...! Que es como un tren que en su ruta circular pasa cada estación de largo, en el que nadie se ha subido, y nadie se ha bajado; tren que nunca se ha parado, porque no da llegado al destino al cual lo encomendaron. ¡Así de absurdo es mi sino! Un sueño, y en el sueño un cuadro, y al fondo del cuadro mi destino. Y yo viviendo por arte, por placer, por amor que nunca se me muere; sin norte por estar demasiado al sur. Llegaba a estar mi mente más tapada, y ya no sabría ni por qué seguir. Es este corazón que lejos de adormecerse, me paraliza con su constante descarga, me electrifica y me convierte en un poste de alta pasión acumulada. Y no hay tierra que me atraiga con su gravedad, ni hay aguas que me arrastren con su corriente desbocada; aquí mismo me quedaré con mi centella que enteros mi espíritu y mi cuerpo abraza.
viernes, 24 de octubre de 2014
Declaración de amor
El mundo es
hermoso. Esta es la conclusión a la que llego día tras día de mi vida, desde
donde mi memoria alcanza. Cuando mis pies aún no me sostenían, el mundo era
hermoso. Cuando mis ojos no discernían, el mundo era hermoso. Cuando mi corazón
no latía, el mundo era hermoso. Y ahora que mi alma se cubre de pesado polvo,
el mundo es igual de hermoso todavía. Incluso si ninguno de mis más tiernos y
sencillos sueños se llegue a cumplir nunca, el mundo será hermoso siempre, pues
esa es la verdad que he descubierto al vivir; tan simple, tan concreta y obvia,
tan ajena a mí que me pregunto si de verdad hacía falta que naciera para saberla.
Bueno, quizás sí para que yo me diera cuenta. Y por ello, a pesar de que las
sombras me cercan, de que mi corazón se encoje de frustración y he de dominar
con cada vez más implacabilidad la bestia de mi espíritu para que no odie y caiga,
por tanto, en la más inútil vileza, estoy muy contenta. Estoy tan contenta… de
haber nacido, aunque fuese para nada. Oh, ¡qué para nada! Si yo he nacido para
amar. Ahora lo sé, sé que no necesito más. Que mi ego a la altura de la tierra
que se pisa, o incluso más abajo, está genial. Pues en tan postrada posición es
que tan bien puedo contemplar el mundo, tan enteramente verlo, tan
resueltamente comprenderlo y tan complacientemente dejar que su belleza me
arrebate y me convierta en nada más que el vegetal que a la naturaleza
largamente mira mientras largamente se nutre de su amor y riqueza. Y agradecer
a Dios infinitamente, con gratitud igual a su inconmesurable presencia, por la
ordenación perfecta del universo en este eterno y circular carrusel de
maravillas, vulgares y elevadas, queridas y despreciadas, todas objeto de mi
más pulcro amor, de la más pura energía que puede producir un ser humano como
yo, y que en mí es lo más inmenso.
En el día
más ocioso e intelectualmente desierto, miro a mi alrededor, esté donde esté, y
no veo sino belleza. Por sí sola belleza, sin nombre, sin forma, sin valor.
Nada de eso tiene ni necesita la verdadera belleza. Y la verdad es, que toda
belleza es verdadera. Todo lo que a mi alma se le antoja agraciado, más allá de
mis sentidos, lo es indiscutiblemente; sea, analizado por otros parámetros más
subjetivos, más mentirosos y humanizados, cosa mala, buena o neutra, cosa útil
o despreciable, cosa verde o roja, ancha o delgada. Si es bella, lo demás no
importa nada. Nada de esto necesito yo saber para sinceramente amarla. Y solo
pudiendo amar, siendo capaz de insuflar tan dulce y benévolo viento a las más yertas
superficies, que de alegría hace silbar los bosques y saltar en olas al océano,
y que batan los cristales en sus marcos hasta estallar con un grito, yo me siento
como criatura viva realizada, y nunca un desperdicio por no tener mis manos ni
cerebro habilidad práctica. Si mi alma puede amar, amar como los dioses que
protegen y crean, entonces me hallo haciendo ya lo mejor que puede hacerse en
la Tierra; el mejor producto de mi ser va más allá de mi cuerpo, más allá de mi
vida, y en este mundo lo expande mi voluntad.
No me exijas
perfección, no me exijas excelencia; ni siquiera utilidad, ni siquiera
conciencia: lo único que sé hacer bien en la vida es amar, cosa que de hacerse,
nunca se hace mal. Así de mediocre soy, y si mi emoción más franca no te
interesa, entonces ni me mires ni me nombres, pues tu boca seguramente sea de
las que afirman cosas inciertas. El mundo es hermoso, y para advertirlo no
hacen falta ojos siquiera.
martes, 23 de septiembre de 2014
Flor de papel
Una flor de papel
con corona de coral
como la que llevan las sirenas, pues seguramente
sangre de ellas llevas;
sangre fría de mar.
El amor es el manto que arrastras
teñido de escarlata cada vez más espeso,
cada vez más pesadamente barre el suelo,
y con él te abrigas en invierno, y en verano,
le haces feo.
Corazón que envolviste en papel
con tus dedos de coral
como los de las sirenas,
con tus falsos besos
y tus falsos ojos
a los inocentes condenas.
Yo nunca fui inocente, y por tal me quisiste tomar,
yo ya era condenada antes de tú me pisar,
y así conociste mi monstruo,
mi dragón
tan a mi pesar...
¡Qué quieres que te diga, florecita de papel,
de plástico, de oropel!
Así como yo no fui plata en tu julio para tus brazos,
tú no fuiste cereal en mi septiembre para mi boca fiel.
Y así supe que no eras más que de cartón-piedra,
de aglomerado, de hormigón,
de preciosa porcelana con textura de piel.
Y lloro sobre tu careta de plástico pensando
dónde estará tu cuerpo de carne y lleno de hiel,
para que, como dragón que soy,
me lo pueda comer.
con corona de coral
como la que llevan las sirenas, pues seguramente
sangre de ellas llevas;
sangre fría de mar.
El amor es el manto que arrastras
teñido de escarlata cada vez más espeso,
cada vez más pesadamente barre el suelo,
y con él te abrigas en invierno, y en verano,
le haces feo.
Corazón que envolviste en papel
con tus dedos de coral
como los de las sirenas,
con tus falsos besos
y tus falsos ojos
a los inocentes condenas.
Yo nunca fui inocente, y por tal me quisiste tomar,
yo ya era condenada antes de tú me pisar,
y así conociste mi monstruo,
mi dragón
tan a mi pesar...
¡Qué quieres que te diga, florecita de papel,
de plástico, de oropel!
Así como yo no fui plata en tu julio para tus brazos,
tú no fuiste cereal en mi septiembre para mi boca fiel.
Y así supe que no eras más que de cartón-piedra,
de aglomerado, de hormigón,
de preciosa porcelana con textura de piel.
Y lloro sobre tu careta de plástico pensando
dónde estará tu cuerpo de carne y lleno de hiel,
para que, como dragón que soy,
me lo pueda comer.
jueves, 14 de agosto de 2014
Declaración de guerra
Me asomo a la puerta y te veo llegar; la tormenta te sigue y doblega el paisaje allá por donde vas. Las nubes se tornan opacas, y no me dejan ver si traes ocaso o alba, pero sea cual sea tu presente, de tu visita temo que no me podré librar...
Aquí estamos de nuevo, viejo amigo, dispuestos a luchar.
¡Cuántas veces, maldito, me has hecho sangrar! Hasta el mismo tuétano se me salía del cuerpo con tus tajos de animal, pues no tienes piedad ninguna; frente a ti, todas mis virtudes dan igual. Escondido en el bosque ibas juntando la leña, ramita a ramita y con mucha hojarasca me montaste una hoguera. Es para calentarme el cuerpo, me dijiste, ¡ah, qué crueldad! ¿Es que no ves que mi hogar estaba ocupado ya? Pues claro que no lo ves, nadie más ciego que tú está. Con tu suma malicia preparas la chispa que la ha de incendiar; me haces expectante, ya no sé si reír o llorar viendo cómo te recreas en las vísperas de la guerra que me estás por declarar. Esta vez vienes con pirotecnia para maravillar, no sé si debería ya rendirme o resistir como la roca los azotes del mar.
Aquí estamos de nuevo, mi enemigo, dispuestos a pelear. Me combates con fuego porque eres un criminal, sabes que la luz me hace polilla y el calor me hace cristal. Sabes que te aplastaría si vinieras con ofensas, y por ello me atacas con la miel primordial. ¡Y sucumbiré!
Aquí estamos de nuevo, viejo amigo, dispuestos a luchar.
¡Cuántas veces, maldito, me has hecho sangrar! Hasta el mismo tuétano se me salía del cuerpo con tus tajos de animal, pues no tienes piedad ninguna; frente a ti, todas mis virtudes dan igual. Escondido en el bosque ibas juntando la leña, ramita a ramita y con mucha hojarasca me montaste una hoguera. Es para calentarme el cuerpo, me dijiste, ¡ah, qué crueldad! ¿Es que no ves que mi hogar estaba ocupado ya? Pues claro que no lo ves, nadie más ciego que tú está. Con tu suma malicia preparas la chispa que la ha de incendiar; me haces expectante, ya no sé si reír o llorar viendo cómo te recreas en las vísperas de la guerra que me estás por declarar. Esta vez vienes con pirotecnia para maravillar, no sé si debería ya rendirme o resistir como la roca los azotes del mar.
Aquí estamos de nuevo, mi enemigo, dispuestos a pelear. Me combates con fuego porque eres un criminal, sabes que la luz me hace polilla y el calor me hace cristal. Sabes que te aplastaría si vinieras con ofensas, y por ello me atacas con la miel primordial. ¡Y sucumbiré!
¡Con gusto lo haré!
¡Arrójame la dinamita para que pueda ya explotar!
Siempre me has ganado, por mis grandes flaquezas te paseas como por el muelle, viéndome resbalar. Le sonríes a mi cara, la cual te sonríe de vuelta, porque mi derrota es dulce de saborear. ¡Para qué forcejear, si es tan fragante tu abismo! ¡ Tus rayos endemoniados mi noche iluminarán! Eres mi más dulce fracaso y mi más amarga gloria; nunca he desfilado triunfo en las santas calles de la sinceridad. Quizás ni siquiera haya un triunfo para mí en verdad, lo cual será mejor para todos, pues siendo tu cautive no tengo ya alegrías que dar.
Santo guerrero, me purificas con fuego, me haces penitente bajo tus alas por el premio de amar.
¡Arrójame la dinamita para que pueda ya explotar!
Siempre me has ganado, por mis grandes flaquezas te paseas como por el muelle, viéndome resbalar. Le sonríes a mi cara, la cual te sonríe de vuelta, porque mi derrota es dulce de saborear. ¡Para qué forcejear, si es tan fragante tu abismo! ¡ Tus rayos endemoniados mi noche iluminarán! Eres mi más dulce fracaso y mi más amarga gloria; nunca he desfilado triunfo en las santas calles de la sinceridad. Quizás ni siquiera haya un triunfo para mí en verdad, lo cual será mejor para todos, pues siendo tu cautive no tengo ya alegrías que dar.
Santo guerrero, me purificas con fuego, me haces penitente bajo tus alas por el premio de amar.
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miércoles, 13 de agosto de 2014
El adiós de las flores
Las flores que caen del tallo en su último suspiro nos ceden su vida. A la tierra vuelven como vuelven siempre los amigos.
Mi color es absorbido por el sol que mi piel absorbió en su día. Solo soy un pétalo, un pedazo ínfimo de lo que fui, pero todavía me reconocen, aunque esté ya muy lejos de aquí. A cambio de mis recuerdos recuperé todo cuánto perdí, mas mis memorias vuestras son para siempre: fueron lo último que os di. Todo cuánto deseo ahora es ver vuestro rostro feliz; por favor, no lloreis por verme partir.
Os prometo que será breve la espera, pues las flores nacen incluso fuera de la primavera. La alegría pintará vuestras mejillas como a las corolas, y el rocío de vuestros ojos se evaporará con la luz más cálida e intensa. Y creceréis altos y vigorosos, bellos y atrayentes, y dareis a los abejorros que acudan el néctar de vuestra bondad. Luego os marchitaréis, y vuestras mejillas como pétalos caerán hasta reencontrarse con el suelo. Moriréis, mas solo en materia, pues vuestra esencia correrá como sangre por la tierra, por el agua, por el viento, y veréis que Dios es verdadero. Os encontraréis con Él, más allá de la vida, más allá del vergel del Paraíso, entre todos vosotros, como un melocotonero en flor. Volaréis hacia Él como abejas, y sus flores se harán frutos que tendrán el más grato sabor. El sabor de una promesa cumplida.
Mi color es absorbido por el sol que mi piel absorbió en su día. Solo soy un pétalo, un pedazo ínfimo de lo que fui, pero todavía me reconocen, aunque esté ya muy lejos de aquí. A cambio de mis recuerdos recuperé todo cuánto perdí, mas mis memorias vuestras son para siempre: fueron lo último que os di. Todo cuánto deseo ahora es ver vuestro rostro feliz; por favor, no lloreis por verme partir.
Os prometo que será breve la espera, pues las flores nacen incluso fuera de la primavera. La alegría pintará vuestras mejillas como a las corolas, y el rocío de vuestros ojos se evaporará con la luz más cálida e intensa. Y creceréis altos y vigorosos, bellos y atrayentes, y dareis a los abejorros que acudan el néctar de vuestra bondad. Luego os marchitaréis, y vuestras mejillas como pétalos caerán hasta reencontrarse con el suelo. Moriréis, mas solo en materia, pues vuestra esencia correrá como sangre por la tierra, por el agua, por el viento, y veréis que Dios es verdadero. Os encontraréis con Él, más allá de la vida, más allá del vergel del Paraíso, entre todos vosotros, como un melocotonero en flor. Volaréis hacia Él como abejas, y sus flores se harán frutos que tendrán el más grato sabor. El sabor de una promesa cumplida.
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domingo, 10 de agosto de 2014
Nika
La lejana estrella se aleja aún más
en las noches de luna, se esconde bajo su vestido negro para nunca asomar.
¡Cómo osaría la estrellita igual que la luna brillar! Y yo pensando que si te acercas la has de deslumbrar, pues tú eres en la lejanía mucho más grande, luminosa y bella, y en mi corazón me desbordas y se derriten contigo las candelas.
Remota luz que guías los barcos que en estos mares que ni atisbas navegan, luz que das vida en los más desgraciados planetas y los haces paraíso, ¡heme aquí! Tan lejos, y tan llena, por la luz de una tan distante esfera que se piensa que está sola y vale menos que la llama de una vela. ¡Ay, lucero, si tú supieras!
Crecen en mí las flores como si fuese la tierra; viven en mi nariz sus fragancias embriagándome como veinte botellas; ¡si no fuera por el sol que escondido me simienta, sería más que el desierto yerta!
Eclipsada por el plenilunio, que no es más que mascarada, pues la luz de esta luna no es más que el reflejo de otra estrella agachada. Que no te engañen los poetas vendidos a la fría sonrisa de esta reina congelada, desierta, hueca y que toma las sombras por morada, ¡eres tú el calor, eres tú la vida y es tu fulgor el verdadero grial de las hadas!
Los siglos pasarán, y tú resplandecerás por siempre.
Tu fuego será cada vez más fuerte.
En la vida y en la muerte, te amaré siempre, estrella.
en las noches de luna, se esconde bajo su vestido negro para nunca asomar.
¡Cómo osaría la estrellita igual que la luna brillar! Y yo pensando que si te acercas la has de deslumbrar, pues tú eres en la lejanía mucho más grande, luminosa y bella, y en mi corazón me desbordas y se derriten contigo las candelas.
Remota luz que guías los barcos que en estos mares que ni atisbas navegan, luz que das vida en los más desgraciados planetas y los haces paraíso, ¡heme aquí! Tan lejos, y tan llena, por la luz de una tan distante esfera que se piensa que está sola y vale menos que la llama de una vela. ¡Ay, lucero, si tú supieras!
Crecen en mí las flores como si fuese la tierra; viven en mi nariz sus fragancias embriagándome como veinte botellas; ¡si no fuera por el sol que escondido me simienta, sería más que el desierto yerta!
Eclipsada por el plenilunio, que no es más que mascarada, pues la luz de esta luna no es más que el reflejo de otra estrella agachada. Que no te engañen los poetas vendidos a la fría sonrisa de esta reina congelada, desierta, hueca y que toma las sombras por morada, ¡eres tú el calor, eres tú la vida y es tu fulgor el verdadero grial de las hadas!
Los siglos pasarán, y tú resplandecerás por siempre.
Tu fuego será cada vez más fuerte.
En la vida y en la muerte, te amaré siempre, estrella.
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