jueves, 23 de mayo de 2013

Diálogos en la orilla

    En este mundo moderno no queda ya hueco alguno en el que esconderse. En esta era en la que vivimos, pareciera que todos lo sabemos todo, y no hay cosa que pueda escaparse a nuestro entendimiento. La ciencia reina sobre todas las cosas, no dejando a la duda pronunciarse, y todas las palabras están ya inventadas, envejeciendo en los diccionarios que en toda casa hay. Ya no vemos nada novedoso en ello, nada fuera de lo normal. A día de hoy, todos los mapas están trazados, todos los caminos señalizados, todas las alternativas definidas como censurando su propio género. Mas, en un mundo como este, en esta época en la que vivo, yo todavía me pregunto… ¿habrá algo que nadie sepa?

Tiene que haberlo. Alguna criatura nunca vista, algún lugar nunca encontrado. Un secreto de la Tierra tan bien guardado que no lo puedan averiguar ni los todopoderosos humanos. ¿Me dirás que nunca lo has pensado?

Puedo escucharlo de la boca olorosa del mar. Él es tan viejo como las nubes, él sabe cosas que yo nunca sabré. Todas sus olas suenan diferente al morir; algo tiene que estar contando. Hay algo que me está revelando, y aunque no entienda su idioma, tengo que intentar adivinarlo. El mar me confía sus secretos sin descanso, y no puedo ignorarlo más.

“Soy tu cuna y soy tu tumba, soy tu padre y tu asesino” dijo el mar con una ola, “soy la casa de los muertos y de los vivos”.